La degeneración macular (enfermedad del ojo ocasionada por degeneración, daños o deterioro de la mácula) puede que sea tratada con una combinación de vitaminas. Según un estudio publicado en ‘Archives of Internal Medicine’, el tratamiento prolongado con las vitaminas, acido fólico, B6 y B12, protege frente a la aparición de esta enfermedad, la única estrategia preventiva descubierta hasta el momento aparte del abandono del tabaco.

La mácula se encuentra en el centro de la retina. Es un tejido sensible a la luz que permite al ojo percibir los detalles, es decir, proporciona la agudeza visual. Su degeneración es de dos tipos: una seca, la más frecuente, en la que la mácula se atrofia paulatinamente, y la húmeda, de evolución mucho más rápida, que cursa con la acumulación de líquido en esta zona de la retina.

Hasta el momento, la única forma de prevenir la evolución de la degeneración macular consiste en que el paciente abandone el tabaco, en caso de que lo consuma. Pero sucesivas investigaciones han apuntado la posibilidad de que la concentración sanguínea de un aminoácido (la homocisteína) pueda ser un factor de riesgo modificable de esta enfermedad, ya que ambos están relacionados entre sí.

De hecho, los niveles de homocisteína no sólo influyen en esta patología ocular sino también en la enfermedad cardiovascular y la aterosclerosis, ya que cuando están elevados provocan daños en el endotelio vascular. El ácido fólico y las vitaminas B6 y B12 son capaces de revertir ese daño y de reducir la concentración de este aminoácido por lo que un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard decidió probar este combinado vitamínico como profilaxis contra la degeneración macular.

Durante una media de 7,3 años, 2.607 mujeres tomaron estas tres vitaminas mientras que otras 2.598 tomaron placebo. Al inicio del estudio ninguna de las participantes tenía degeneración macular pero en ese tiempo se detectaron 137 casos, 56 en el primer grupo y 82 en el segundo. Esto implica que el ácido fólico, la B6 y la B12 redujeron un 34% las posibilidades de desarrollar la enfermedad. Esta atenuación del riesgo era todavía más patente para los casos más graves, que cayeron un 41% entre las mujeres que siguieron el tratamiento.

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