Según trabajos científicos, los cuales se enfocan en el aspecto sociológico, biológico y psicosocial, estar casado, tener entre 60 y 70 años, con una genética favorable, buen estado de salud y estudios superiores, parecen ser los ingredientes para ser feliz.

El último número de la revista ‘Mayo Clinic Women’s Source Healthsource’ que edita la Clínica Mayo de los Estados Unidos, repasa algunos de los últimos datos que se han publicado sobre los factores que contribuyen a la felicidad. Entre otras cosas, el artículo reconoce que la edad sí importa.

Según algunas investigaciones realizadas por un grupo de economistas en EEUU y Reino Unido, con más de dos millones de personas procedentes de 80 países, los ‘cuarentones’ sufren una especie de angustia mental que reduce al máximo sus niveles de felicidad en esa época de la vida. Concretamente, la crisis de la madurez parece llegar hacia los 40 años para los varones y a los 50 para las mujeres.

Los mismos investigadores explican que después de este proceso se aprecia un ascenso progresivo que sitúa a las personas de 60-70 años en la edad de oro de la felicidad. Aunque no están muy claras las causas, los expertos apuntan a que llegado ese momento de la vida se acepta con más realismo la vida, se reconocen las debilidades, se alcanza mayor madurez e, incluso, a medida que se va perdiendo a los seres queridos se aprende a valorar mejor ciertas cosas.

Además, según recientes investigaciones, las personas sin ninguna enfermedad de importancia son hasta un 70% más felices; a lo que habría que sumar el peso de nuestros genes. “Numerosas investigaciones han demostrado que la genética explicaría hasta el 50% de nuestras diferencias en el estado de bienestar y los rasgos positivos de personalidad“, dice el boletín de la Clínica Mayo.

Sin embargo, esto no significa que el nivel de felicidad se mantenga estable a lo largo de toda la vida; aunque esta base sí puede influir en la reacción que cada persona muestra ante los acontecimientos y cambios que se vayan sucediendo en su vida. La felicidad, por ejemplo, reduce los niveles de la hormona del estrés (el cortisol), de marcadores inflamatorios como la proteína C reactiva y la interleuquina 6 que aumentan el cansancio físico y mental y también reduce la tensión arterial, un precursor de la enfermedad cardiovascular.

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