Últimos estudios acerca del uso de antibióticos en mujeres con un parto pretérmino (antes de la semana 37 de gestación) o con rotura temprana de membranas y el seguimiento durante siete años de sus hijos dejan varias conclusiones que cuestionan el uso de estos fármacos en la obstetricia.

Se destierran el mito de que son compuestos inocuos y ponen de relieve las graves consecuencias de su uso injustificado. ORACLE I y II se pusieron en marcha en 2001 con el objetivo de evaluar la actividad de la eritromicina y el combinado ácido clavulánico-amoxicilina en las mujeres que tenían un incipiente parto prematuro o que presentaban la rotura temprana de las membranas. Ambas condiciones pueden tener consecuencias adversas para madre e hijo y en muchos casos son secundarias a una infección (por eso se emplean antibióticos en su manejo), aunque ninguna de las participantes tenía síntomas de ello.

Entonces, los resultados de estos estudios justificaban exclusivamente el tratamiento con eritromicina en aquellas mujeres con rotura de membranas. Las demás terapias no demostraron beneficio ni daño alguno sobre la salud de los bebés. Siete años más tarde, los autores presentan el seguimiento realizado a los casi 6.500 participantes con datos que esclarecen aún más cómo deben emplearse estos fármacos.

“La lección que debemos aprender parece evidente: en contra de la creencia popular de que los antibióticos no están exentos de riesgos”, reza el comentario que acompaña al trabajo. Alison Bedford, del Sistema Nacional de Salud del Reino Unido, y Philip Steer, del Hospital Chelsea and Westmister, comunican el hallazgo: a largo plazo, los niños que habían estado expuestos a antibióticos porque sus madres tenían un parto prematuro habían desarrollado más parálisis cerebral y otras discapacidades.

“Sería poco sensato desechar el aumento de parálisis cerebral detectado por considerarlo un hallazgo arriesgado”, escriben los investigadores del ORACLE. En el caso de las mujeres que recibieron ambos fármacos, 35 bebés tenían parálisis cerebral, en comparación con los 12 del grupo del placebo, casi un 3% más.

En el primero de estos trabajos, -el de las parturientas con rotura prematura de membranas-, la eritromicina mostró beneficios a corto plazo al reducir la mortalidad y el riesgo de graves complicaciones de los recién nacidos, además de prolongar el embarazo. Sin embargo, a largo plazo no se ha detectado ninguna ventaja, algo “decepcionante”, según los autores, y para lo que habría que encontrar una explicación.

El incremento de algunas patologías graves detectado en el ORACLE II es aún más preocupante y pone de manifiesto algunas ‘lagunas’ de la práctica obstétrica. La principal es la falta de información sobre el funcionamiento de casi todos los fármacos en el organismo de la mujer embarazada y del embrión o feto, apuntan los estudiosos que a su vez piden a los gobiernos invertir en la investigación de este tema.

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